La luz que
entra por el ventanal ciega sus ojos. ¿Qué hora es? Tarde, lo sabe. Igual que
sabe que anoche no volvió en taxi y que su madre le va a preguntar por el corte
en su labio. Pero no puede quedarse en cama todo el día, le prometió a Izan que
bajaría por la tarde al paseo, y que
iría arreglada para una noche de gala, no le dijo el porqué, la verdad, ella
tampoco insistió, le bastaba con que quisiera volver a verle.
Y es que
ese chico que aparentaba ser insensible y antipático, resultó ser de lo más
cariñoso. Le gustaba… Estaba enseñándole a ser atrevida y a dejar atrás la
vergüenza. A decir lo que piensa sin temor a represalias. Hacer lo que quiere
sin pensar en lo que vendrá después. En fin, a ser ella misma.
Se levanta
de la cama y se ve al espejo, tiene el maquillaje corrido y el labio hinchado.
Aún no sabe cómo va a explicárselo a su madre… Puede decir que le dieron un
codazo sin querer… O sonará demasiado surrealista… Pensará en algo cuando la
vea.
Busca con
la mirada el reloj que hay encima de la mesilla de noche, son las 14:15. Ha
quedado a las 18:30 con Izan… Según cree recordar…
Se acerca
hasta el baño, se lava la cara y se da una pequeña ducha. Entra de nuevo en la
habitación, hace Sol, eso es genial, lo echaba de menos. Se viste un short y
una sudadera, nada especial. Se sienta en la cama frente al espejo para
peinarse, hay una nota pegada, será de su madre, siempre las deja ahí cuando
sale de casa y ella duerme o también ha salido. Se acerca, no es de su madre,
es de… No lo pone. Pero averigua quien es nada más acabar de leerla.
“Hola
princesa, perdona, que prefieres Tamara. Es para recordarte que mañana quedamos
a las 18:30 en el paseo, vístete de gala que tenemos una cena importante (¿tenemos?).
Por cierto, ponte hielo y crema hidratante en el labio, se te bajará la inflamación
y podrás disimularlo con un poco de maquillaje. Un beso, princesa.
PD: esta
vez no lo cambio.”
Izan… ¿Por
qué había tanto misterio en torno a él? No sabía de dónde venía ni a donde iba…
Solo sabía que besaba bien, tenía una moto y una caligrafía aún mejor. Pero no
le importaba… Esta vez no quería controlarlo todo, solo dejarse llevar, nada
más.
Va hasta la
cocina sin encontrarse con nadie, su madre habrá salido, pero es raro que no
dejara nota.
-¡MAMÁ!-
grita para asegurarse de que no está en casa.
-Estoy en
el servicio- se escucha al fondo.
Mierda. Por
un momento se había hecho ilusiones de no tener que esconderse para ocultar el
corte. Coge una bolsa helada rápidamente y se va a su cuarto, espera que a su
madre no le dé por entrar y la encuentre allí con el hielo en la cara.
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